Es más fácil expresar los sentimientos y pensamientos en un folio que lanzarlos al aire.

Sobre las olas

Despierta. Así es como se sentía Eva a las cinco de la mañana. A pesar de sentir como sus ojos luchaban por cerrarse no terminaba de conseguirlo. El techo de la habitación teñido de un color plateado por la luz que entraba por la ventana se sentía más lejano que nunca. Los ruidos de la calle a penas llegaban para entretenerla esa noche, lo único que ella podía distinguir era la respiración acompasada de su compañera de habitación. Con una sonrisa Eva se giró y miró hacía la cama contigua donde al menos una de ellas dormía tranquila. Sin parar de remover las sabanas, pues esa noche el calor que entraba por la ventana era mayor que la brisa fresca, Eva seguía intentando conciliar el sueño. Llevaba ya un rato desesperada cuando decidió salir a tomar un vaso de agua, a lo mejor el líquido frío le ayudaba a relajarse. El piso estaba en silencio, de las habitaciones no llegaba ningún sonido. Todos debían estar durmiendo. Que suerte. Con un suspiro de desesperación cruzó el pasillo con intención de llegar a la cocina, pero antes de alcanzar la puerta una sombra llamó su atención. En el balcón, bañado por la luz de la luna, había alguien. Estaba de espaldas, mirando hacía el mar. Simplemente para comprobar quien era el que también tenía problemas para dormir, Eva se acercó un poco más.
-         ¿Sabes que es de mala educación acercarse a la gente por detrás?-
A pesar de hablar en susurros, el sonido de su voz la había sobresaltado. De cerca pudo reconocerlo. Era Sam, el chico que siempre estaba solo y a penas participaba en las actividades de grupo. La chica no se había fijado mucho en él. Sam no era una persona que destacará en un grupo, era más bien de los que se quedan callados al final de la clase. No como Eva.
- ¿Qué haces aquí? ¿No puedes dormir?-
- No. Y no debo ser el único.-
- Demasiada cola.-
Ante ese último comentario el chico asintió y esbozó una sonrisa. La primera que Eva le veía en toda la semana. Aún dudando un poco, la chica se acercó silenciosa al lado del chico, mirando hacía el mar.
-         Es incluso más bonito de noche.-
-         Más letal. - Esa no era la respuesta que Eva estaba esperando. A lo mejor un “Quizá” o un “Si”, pero no esa afirmación.
-         ¿Letal? – Para la chica el mar siempre había sido su lugar de refugio, donde acudía cuando las cosas se desbordaban y ella necesitaba paz. Porque esa era la imagen que Eva tenía del mar, un lugar pacifico y feliz. Para nada algo letal. – No lo veo así.
El silencio volvió a caer entre ellos, pero esta vez más pesado, incomodo. Sam no se movía, tenía las manos juntas, con los dedos entrelazados sobre la barandilla. Y apretadas, Eva se dio cuenta, tenía las manos apretadas. En tensión como el resto de su cuerpo. La chica intentó sacar un tema de conversación que se alejará del mar, algo que percibía Sam apreciaría.
-         Mañana tenemos día libre, ¿Qué vas ha hacer?- La mirada de perplejidad del chico le indico a Eva que no se esperaba ese cambió de conversación.
-         No lo se. Aún no entiendo que hago aquí.
Lo que fuera que significara eso, Eva no lo entendió. Sin embargo y para evitar otro momento de silencio incomodo la chica se volvió sonriente hacía él.
-         ¿Por qué no vienes conmigo y vemos como son las cosas por aquí?- 
-         ¿Perdón? –
-         Sí, ya sabes. Dar una vuelta por el recinto y luego podemos bajar al pueblo. – Ante la mirada de duda que tenía Sam en la cara la sonrisa de Eva se iba haciendo poco a poco más pequeña. – Pero bueno, no importa. Si prefieres dejarlo pasar no importa.

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