Es más fácil expresar los sentimientos y pensamientos en un folio que lanzarlos al aire.

Un adiós por Navidad

Hace unos años me diagnosticaron un cáncer. Por aquel entonces yo tenía quince años, una edad en la que empiezan los cambios, en la que creces. Sin embargo yo presentía que no significaría eso para mí. Y no me equivocaba. Cuando el medico habló con mi padre y conmigo yo ya sabía que no era por cortesía. La noticia descolocó a mi padre, lo destrozó. Sin embargo para mí la palabra metástasis avanzada no significó nada. Con el tiempo fui comprendiendo lo que no pude entender ese día. Me iba a morir. El tumor estaba demasiado desarrollado y la medicación y radiación no era efectiva. Fui perdiendo peso, la tan amada talla 38 pronto se me quedó grande sin importar lo mucho que comiera, apenas podía levantarme para ir al baño sin sentir que no podía respirar. Mi carácter cambió, mis amigos dejaron de llamarme. Me estaba quedando sola. Sola con la maldita enfermedad que me quitaba la vida. En el momento que deje de poder levantarme supe que ya no había nada que hacer. Mi padre, quien había abandonado su trabajo para estar conmigo, se sentaba a mi lado y escribía las cosas que yo le dictaba. Yo sabía que lo que le decía le hacía llorar, al principio lo podía ver y más tarde, cuando no podía abrir los ojos, lo oía. Y sin embargo él nunca dejó de copiar. En los últimos meses los médicos me recomendaron mudarme al hospital, así podrían mantenernos controladas, a mí y a la enfermedad. Yo podría haber ido, de hecho casi acepte, pero mi cabeza me lo impidió. Ya era bastante duro, el hospital solo lo empeoraría. Así fue como terminé mis días, en mi cama, en mi habitación, en mi casa con mi padre. Para cuando el ángel de la muerte se dignó a venir por mí, los villancicos ya sonaban por las calles. No fue muy oportuno mi ángel. Dije adiós en unas fechas de reencuentros. Por primera vez me arrepentí de no haber sido lo suficientemente fuerte como para superar la enfermedad, de no haber aceptado el hospital. Quizás allí hubiera tenido más tiempo. Quizás allí mi ángel no me habría encontrado tan pronto. Solo quizás no habría tenido que decir adiós por Navidad.

La hora de dormir (relato escrito para Castellano)

Dentro de la habitación rosa, entre los peluches con forma de conejitos y ositos, la niña soñaba. Soñaba con nubes de algodón y arco iris. Soñaba con palacios de cristal, con príncipes y vestidos de seda. Ella caminaba por elegantes pasillos iluminados por velas, bailaba en salones interminables al son de hermosas melodías. Entre nota y nota, la niña corría por los jardines de cristal, donde las rosas, grandes y hermosas, le cantaban al pasar. Ella era feliz en su mundo de cristal, donde ella, tranquila, podía soñar. Soñar con enormes caballos blancos de crines doradas, con collares de perlas y sirenas en la playa. Ella podía soñar y soñar. Entre las sabanas lilas, encogida en su pijama, la niña soñaba. Soñaba arropada por la ignorancia de su edad. Feliz de poder volar. Volar por un cielo rosa con nubes de azúcar, volar con los pájaros y las mariposas. Allí, entre tela y peluches, la niña soñaba con lo imposible. Soñaba con las estrellas. Soñaba con la luna blanca, que tras la ventana, con cara de mamá, la miraba todas las noches soñar. Porque por la noche, la niña, solo sabe soñar.