Hola, queridos lectores. No sé, exactamente, con que frecuencia visitáis mi blog, pero me gustaría disculparme por este lapsus de tiempo en el que no he estado muy presente. He intentado compaginar diversas cosas (estudios, moda, escribir...), pero siempre me inclino hacía un lado de la balanza.
Me gustaría dejaros un link que enlaza con otro sitio web mio: http://rincondelpensamiento.megustaescribir.com/
Se trata de una especie de blog dentro de una comunidad de escritores. La verdad es que está muy bien. Tienes la posibilidad de comunicarte e intercambiar ideas con otra gente con tus mismos intereses. Por si alguno está interesado o interesada, le animo a que lo pruebe, es totalmente gratis a pesar de ser una red interna. Si queréis más información solo tenéis que dejarme un comentario con vuestra pregunta y ya está, o si lo preferís, podéis mandarme un correo a la dirección que figura en el blog.
Bueno a lo que iba antes de todo este rollo que os acabo de soltar. He dedicado ese espacio a dos novelas que tengo en mente:
- 4 Vidas 4 Problemas http://rincondelpensamiento.megustaescribir.com/4-vidas-4-problemas/
- The last travel http://rincondelpensamiento.megustaescribir.com/tu-flor-sobre-la-nieve/
La primera es una recopilación de problemas que algunos jóvenes padecen hoy en día, así que si no queréis leer verdades como casas, mejor no os paséis por el link.
Y la segunda es una comedia inspirada en un viaje a Londres que hice hace unos años. Es, desde lejos, mucho más amena que la primera.
Os agradecería que os pasarais y me dejarais algún comentario, para ver como van las cosas y si tenéis sugerencias. Mucas gracias.
También quería compartir con vosotros el hecho de que gane el concurso para el cual escribí Metamorfosis de locura. Gracias a aquellos que me votasteis.
Es más fácil expresar los sentimientos y pensamientos en un folio que lanzarlos al aire.
La plata nunca pasa de moda
Antes de nada, este es un relato que he colgado en la siguiente página: http://www.potterfics.com/historias/109011. Por si alguien lo lee que no piense que me lo han robado ni que yo lo he robado. Es un relato sobre Pansy y .... bueno leerlo y lo descubriréis.
Diez
años habían pasado desde aquella trágica noche en que Hogwarts ardió hasta lo
cimientos. La verdad es que es mucho tiempo, piensa Pansy Parkinson, antigua
alumna de la academia de magia. Con las manos sobre una taza de porcelana, la
mujer mira por la ventana de su más que bien amueblado apartamento. La Guerra
tubo muchas consecuencias, entre ellas, la pérdida monetaria que muchos
sufrieron. Igual de abundantes fueron las pérdidas de vidas, y no solo por
muertes, sino que muchos también perdieron algo más profundo. Con silencio dos
lágrimas ruedan fuera de sus ojos y recorren sus blancas mejillas.
Sus
padres, fieles al Lord Oscuro, perecieron durante la batalla final. Y aunque no
fueran los padres más cariñosos del mundo, habían sabido protegerla y quererla,
y ella los quería a ellos. Luego estaba su mejor amigo, Blaise, quien tras un
hechizo desmemorizador mal conjurado había acabado en el Hospital de San Mugo.
Triste final para aquel que fuera el mayor juerguista de Hogwarts. ¡Lo echaba
tanto de menos! A pesar de sus frecuentes visitas, y las muchas charlas
unidireccionales que allí sucedían, el joven no presentaba ninguna
mejoría.
Nunca
más que ahora, Pansy, se daba cuenta de que estaba sola. En sus años de
estudiante se había esforzado mucho para que nadie se acercara a ella, no con
planes de amistad, al menos. Ella sabía lo que se decía sobre su persona entre
aquellos viejos muros, sin embargo eso nunca llegó a importarle mientras Blaise
y Draco estuvieran con ella. Draco... Poco había sabio de él desde los juicios
tras la Batalla. Sabía que su padre había sido encerrado y que su madre,
Narcissa, había estado enferma para finalmente morir pocos meses después. Poco
más había llegado a sus oídos. Y eso que había prestado atención. De Nott y los
demás Slytherin sí que había oído cosas. El joven Theo se
había trasladado a Francia, donde según la prensa estaba a punto de
contraer matrimonio con una joven maga. Las hermanas Greengrass habían acabado
trabajando en el Ministerio, como corresponsales del nuevo periódico. Sabía que
la pequeña, Daphne, había tenido un hijo. Pero quien era el padre, seguía
siendo un misterio para ella.
También
les había seguido la pista al grupo de Gryffindors con quienes tantas disputas
habían mantenido y los cuales habían propiciado el final de la Guerra. Triste,
era muy triste que hubiera acabado leyendo sobre ellos. Sabía que la chica, la
hija de muggles, Granger, se había casado con el chico Weasly. Bonita pareja,
esperada. Por otro lado el famoso Harry Potter había acabado casado con la
hermanita de su mejor amigo, la chica Weasly, cuyo nombre no recordaba. En otro
tiempo hubiera vomitado con solo pensar en aquellas parejas, pero ahora, sola
en su bonito apartamento de Londres, no podía evitar envidiarlas. Con una
sonrisa irónica se levantó de su pequeño rincón junto a la ventana con
intención de salir a la calle. Llevaba demasiado tiempo pensando, necesitaba
aire limpio.
Mientras
la nueva ala de psiquiatría se alzaba frente a ella, Pansy pensó en dar la
vuelta. Era tarde, lo más seguro era que Blaise estuviera dormido. No
obstante necesitaba verle, saber que aún le quedaba algo en su vida, aunque ese
algo fuera una pequeña parte de su amigo.
Los
pasillos, blancos y desiertos se asemejaban a los de una de esas películas
muggles tan estúpidas que se suponía eran de miedo y que la televisión mágica
tanto se empeñaban en mostrar. De miedo era lo que ella y los demás habían
vivido hace años. Eso era miedo y no las patéticas persecuciones de esas películas.
Aún temblando ante la funesta naturaleza de sus pensamientos, la chica recorrió
el lugar en absoluto silencio. Ni siquiera era capaz de distinguir el sonido de
sus zapatos. Parecía haber metido la cabeza en el interior de un pensadero,
parecía aislada, como una sombra. Un nuevo estremecimiento se extendió por su
cuerpo al pensar en sombras. Cualquier cosa relacionada con la oscuridad la
aterrorizaba, pues aun esperaba ver aparecer a un mortio con sed de
venganza.
-¡Ya
vale! - Su propia voz le sonó desconocida, hacía días que no hablaba. Pero el
grito le había servido para calmar sus pensamientos. Aún con el corazón
latiendo a un ritmo desenfrenada acelero el paso. Cuanto antes llegara junto a
Blaise, antes se podría tranquilizar del todo. Sin embargo cuando abrió la
puerta de la habitación de su amigo no encontró la estampa que esperaba.
Al
principio la poca luz del lugar la dejó descolocada, acostumbrada a las
brillantes luces fosforescentes del pasillo, pero en cuanto sus ojos se
acostumbraron contemplo con horror como una figura oscura se encontraba junto a
la cama de su amigo.
La
velocidad con que empuñó la varita le habría supuesto un agradable triunfo de
no ser por la situación en la que lo hizo. Hechizo en mente se dispuso a
verbalizarlo cuando una voz interrumpió su concentración.
-Tanto
tiempo, Pansy. ¿Así es como saludas a los amigos?
La
varita, antes firmemente agarrada, cayó al suelo a la vez que la chica
retrocedía asombrada. El hombre, pues ya no podía llamar chico a la persona que
tenía frente a sí, era alto, con una elegante y arrogante postura de los
hombros que mostraba su seguridad en si mismo. Tenía el pelo de un color
indefinido entre dorado y blanco, con un brillo especial. Pero fueron sus ojos
lo más impresión le dieron a Pansy. Esos ojos color mercurio que nunca habían
abandonado sus sueños.
-¿Cohibida,
Pansy? Nunca te mostraste tan... bueno, las cosas han cambiado, ¿verdad?-
A
penas hubo pronunciado esas palabras una de las manos de la chica se estampó en
su rostro.
-¡Maldito!
Todo este tiempo... ¡¿Dónde has estado?! - Mientras pronunciaba las palabras,
las manos de la joven intentaban golpear al rubio con fuerza.- Estaba sola,
asustada. ¡Imbécil!
-Pansy,
cálmate. Tranquila, déjame explicar... ¡PANSY!- Aunque los sollozos no le dejaban
entender nada de lo que él le decía, cuando el rubio gritó, la chica fue al fin
consciente de lo que hacía. Exaltada se apartó de él unos pasos, dejando un
pequeño espacio entre ellos. Lo que no estaba dispuesta a admitir nunca, es que
en aquel momento, cuando él le había gritado, había llegado a recordar como se
preocupaba por ella. Al menos una vez lo había hecho. Una sola vez, pero esta
había quedado grabada en la memoria de la bruja para siempre.
-
Lo siento.- Con una mano intentó retirar las lágrimas que permanecían sobre su
cara.- Es solo que... ha sido demasiado tiempo.- Intentando sonreír levantó el
rostro hacía el chico- Te he echado de menos, Draco.
La
sonrisa en el rostro del hombre en que se había convertido
Draco Malfoy fue a penas existente, solo lo suficiente para que la
chica, que tanto lo conocía, pudiera verla. Sin embargo, el enfado y
miedo que la joven bruja había pasado aun le recomían el alma, por lo que
cuando Draco se acercó a ella de nuevo, se retiró hacía la cama con un movimiento
fluido que la hacía perfecta merecedora del título de Slytherin. Con delicadeza
retiró los mechones de pelo que cubrían la frente de Blaise. Se podía notar lo
nerviosa que estaba por como le temblaban las manos. Pansy, avergonzada de este
dato tan revelador, las escondió dentro de sus bolsillos.
-
¿Has hablado con él? - A pesar de estar segura de que el rubio llevaba mucho
tiempo en la habitación, decidió preguntar para asegurarse.- ¿O te ha dicho
algo?
Antes
de contestar el chico se acercó a la cama, justo al lado de ella, quien se
tensó en respuesta.
-
No. Cuando he llegado estaba así.
Ella asintió con
la cabeza, de pronto las lágrimas volvían a amenazar en sus ojos. Intentó con
el juego de respiraciones que siempre la calmaban, pero era improbable que
ahora funcionase. No mientras estuviera tan agotada. Para intentar
liberarse del nudo en su cuello soltó un sonoro suspiro que atrajo la atención
de Draco.
Era la primera
vez desde que la bruja había entrado en la habitación que la miraba con
detenimiento. Estaba alta, quizá unas pulgadas más que la última vez. Su pelo,
negro como piedra onix, ya no era corto. La lisa melena con flequillo recto
había desaparecido, dejando en su lugar una larga cabellera con rizos. Nunca
había visto a su amiga de esa forma, tan natural. Pansy siempre se había
preocupado por la imagen que daba, al menos la física. Pero eran sus ojos, unos
pozos negros, los que más habían cambiado. La chica, en sus tiempos en
Hogwarts, había sido, bueno, había sido una chica con reputación. Una
reputación que era cierta, pero nunca, por muchos comentarios y maltratos que
sufriera, había demostrado el dolor que ahora se podía ver en sus ojos. Draco
podía decir que había madurado, todos lo habían hecho tras la Guerra. A pesar
de eso, él quería creer que seguían siendo los mismos, en el fondo. Pero la
chica que tenía al lado, esa que miraba con tristeza y sabiduría al amigo
caído, no era la Slytherin que antaño conociera. Y no fue hasta que lo vio en
otra persona que se dio cuenta de que él tampoco lo era. Nadie lo era. Otra
cosa que la guerra se había cobrado.
Pansy notaba
como los ojos del Príncipe de Slytherin recorrían su cara. Sabía que
Draco la estaba analizando, buscando algo en ella. Estuvo tentada de levantar
la vista y mirarlo a los ojos, con el fin de ver lo que él pensaba de en lo que
e había convertido. Pero consiguió resistir el impulso. No quería su pena, ni
su compasión. No las merecía, ninguno de los dos las merecían. Pues no era más
que su culpa la forma en que habían acabado participando de la Batalla. ¿Tan
difícil habría sido decir que no? Pansy sabía que de seguro habría muerto de
negarse, pero ¿no habría sido eso mejor? No. No podía dejar que Él la dominase,
no después de muerto. Y sin embargo el solo pensamiento de ese ser podía
doblegarla con facilidad.
Asustada de
nuevo por sus pensamientos, la bruja se retiró de al lado de la cama, para
dirigirse a la ventana. Últimamente lo único que la hacía sentir mejor era
mirar a través de un cristal, como si esa fina pantalla de vidrio pudiera
protegerla.
- No se va a
poner mejor. ¿Lo sabes, no?- La voz de Draco era suave, sin embargo sus
palabras quemaron en el interior de la joven. Los pequeños cortes que había
llevado en su corazón durante tanto tiempo parecieron temblar. Como si quisieran
abrirse.
- No puedo
aceptarlo. Él es todo lo que me queda, Draco. - Las lágrimas, cálidas, picaban
en sus ojos.- No puedo abandonar la esperanza.
- Hablas como
Potter.- Se podía adivinar una burla bajo el tono cauto del mago.- Él de seguro
diría algo así.
La ira inundó
tan rápido la mente de la bruja, como un vendaval, que por un momento se
sintió mareada.
- ¿Y qué si
habló así?¿Qué hay de malo en esas palabras? - Su voz también era suave, pero
Draco, experto en los cambios de humor de aquellos que lo rodeaban, percibió
con claridad el enfado de ella.-
- No he dicho
nada, solo quería romper con la atmósfera.
- A ti nunca te
ha importado nada, ¿verdad?- El golpe bajo que venía con esas palabras pudo con
la compostura del mago, quien llenó de ira se acercó a la ventana. Con una mano
agarro a la chica por el brazo, mientras que con la otra la apuntaba con su
varita.
- No me hables
así, Parkinson.- El apellido de ella le quemó en la lengua como ácido al
pronunciarlo, sin embargo el dolor en los ojos de Pansy le produjo una
sensación de dulce control.- No tienes idea del infierno que es mi vida.
- ¿Y de quien es
la culpa?- La pregunta dejó al joven helado, no fue el tono acusador, ni las
lágrimas en los ojos de ella, fue la forma en que, resignada, le soltó la
pregunta. Como si no hubiera otra forma de que fueran las cosas.- Tu solo
consigues alejar a los demás.
El portazo
resonó en todo el edificio, de eso estaba segura la bruja. Con rapidez,
depositó un suave beso en la frente de su amigo, quien a penas se movió. Tras
una breve promesa de regresar a verle, salió corriendo de la habitación. Tenía
que encontrarlo, no podía volver a quedarse sola. Y es que en ese pequeño
momento en que Draco había vacilado cuando ella lo había acusado, la chica
había visto como de solo estaba él también. Y ella no podía soportarlo más. No
podía con la soledad. Puede que los slytherins nunca mostraran sus
sentimientos, pero eso no significaba que no los tenían. Eso ella lo sabía muy
bien.
Cuando
llegó a la puerta del hospital se detuvo, frente a ella se extendía la más
oscura noche. Por un momento consideró retroceder, no podría hacer frente a más
recuerdos. Sin embargo, dejando atrás su temor, empujó las puertas de cristal.
Había oído que algunos muggles rezaban o pedían a un ser superior cuando tenían
miedo. Ella no conocía a nadie a quién rezar o pedir, sin embargo lanzó un
silencioso deseo de que Draco no se hubiese desaparecido.
En el
aparcamiento solo habían dos coches, uno negro que se confundía con la
oscuridad y otro de color rojo. No tuvo dudas sobre a cual dirigirse. Y no se
equivocó. Apoyado en el capó estaba el rubio, con las manos enterradas en su
brillante cabellera. Tenía un brillo desquiciado en sus ojos que le dijo a la
joven que no se acercara.
- Draco... Yo lo
siento.- La respiración del joven era agitada, como si hubiera estado jugando
sobre una escoba.- No debí decir lo que dije. Estaba asustada.
- Lo sé.-
Inspirando profundamente el mago se estiró, retirándose de la cara unos
mechones de pelo rubio.- Pero tenías razón. No debí alejarme y
desaparecer.
Las palabras del
chico habían servido para soltar el grifo de lágrimas de la joven, quien pensó
que últimamente lloraba mucho. Acercándose a él, estiró una de sus manos, con
la palma arriba. Cuando eran pequeños aquella había sido la manera de
perdonarse, ya que ninguno había sido capaz de dejar atrás su orgullo. Nunca
pronunciaron las palabras, simplemente se ofrecían la mano. Draco dudo al ver
el gesto de Pansy, quien por un segundo pensó en retirar la mano y salir
corriendo, pero él fue más rápido y de un tirón la atrajo hacía su
cuerpo.
- Te he echado
tanto de menos, Pansy. Demasiado.- La joven nunca la admitiría después, pero
pudo notar como su amigo sollozaba a la vez que la abrazaba con fuerza.- No
quiero hacerte daño.
Pansy sonrió con
tristeza. El daño estaba hecho desde hacía tiempo, desde que había decidido
seguir a aquel ángel caído del cielo. La chica no podía decir cuando había
caído en el embrujo de la mirada de Draco Malfoy, pero estaba segura de que
nunca podría librarse de él.
- El daño no
siempre es desagradable. Al final todo el mundo se acostumbra a él.
Los ojos grises
de Draco brillaron ante aquellas palabras, un recuerdo de una conversación de
cuando se estaban entrenando para ser mortífagos. Pansy había caído tras una
serie de imperdonables lanzados como castigo, y él se había acercado a ella y
susurrado en su oído: El daño no siempre es malo, si eso te permite sentirte
viva, acéptalo. Al final todos nos acostumbramos a él.
Cuando Draco la
alzó en vilo para besarla, Pansy no se resistió. Sabía que de momento no podía
clamar al cielo lo que sentía, pero tenía la esperanza de que con el tiempo
todo cambiara. Por eso respondió cuando los labios de él aprisionaron los
suyos. No era el primer beso que compartían, no era el más apasionado, no
tenían claro que hacían, pero no les importaba. Se necesitaban, como siempre lo
habían hecho. Al separarse el chico miró con detenimiento a su compañera.
- No deberías
dejarme hacer eso. Eres irresistible.- Ella sonrió ante sus palabras,
sintiéndose querida y acogida, solo como un slytherin podía hacerla sentir,
solo como él podía hacerle sentir.
- ¿Sabes una
cosa, Draco?- Los ojos curiosos de él la miraron esperando que continuara. Ella
sonrió ante las palabras que estaba a punto de decir, más o menos correctas no
importaba, pues eran reales.- La plata nunca pasa de moda.
Él la acerca más
y la vuelve a besar, y ella más feliz de lo que puede recordar le corresponde.
Pues lo que ha dicho es cierto, para ella él, con sus increíbles ojos de plata,
nunca pasará de moda.
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